Las redes sociales construyen un escaparate de nuestra vida demasiado íntimo...
En estos tiempos de sobreexposición pública en las redes sociales, cada vez es más fácil construir una marca personal donde el producto somos nosotros mismos en cuanto a la confianza y credibilidad que seamos capaces de generar. Sin embargo, esa misma facilidad conlleva riesgos y no todo contribuye a la generación de una imagen positiva en los demás. Es por ello imprescindible tener una estrategia clara de creación de valor y posicionamiento en el ámbito digital.
O sea, saber venderse...
No hay una varita mágica, pero sí una serie de reglas que siempre funcionan: crear y compartir contenido de calidad para ser relevante en el sector que nos interesa, mantener un cierto ritmo de actividad, tener una actitud de escucha y ser receptivo a las respuestas de los demás, y sobre todo, ser auténtico en todo lo que digamos y hagamos. En definitiva, se trata de ser constante en la estrategia de generación de valor y honesto en lo que se muestra a los demás.
Ha sido distinguida como una de las TOP 100 Mujeres Líderes de España en 2011 y 2012, ¿cómo lo ha logrado?
Sería mejor preguntarle a las personas que me nominaron, además de las muchas más que me votaron para salir en esa clasificación. Por mi parte, quiero creer que se debe al reconocimiento a una trayectoria como pionera en el ámbito digital, por ser una de las primeras mujeres bloggers en España manteniendo un blog propio desde que lo abrí en Harvard en 2003 y por haber trabajado en social media desde entonces tanto como profesora de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid como más tarde siendo vicedecana de Cultura Digital en la Escuela de Organización Industrial.
Dicen los agoreros que a las redes sociales no les quedan ni 10 años...
Las redes sociales tal y como las conocemos hoy en día seguramente desaparezcan mucho antes de esos diez años, de igual forma que han desaparecido otras plataformas web por la propia evolución de la tecnología, las leyes y los patrones sociales. Lo que sí está claro es que, aunque tengan otros nombres e interfaces, evolucionarán hacia nuevos usos que hoy en día no somos capaces de prever. Las aplicaciones desaparecerán y se transformarán en algo nuevo, pero el aprendizaje y la práctica desarrollada en ellas permanecerán como base para nuevas funcionalidades en el futuro.
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